jueves, 19 de abril de 2018

Barcelona (abril 2018): la crónica gastronómica

Barcelona es un magnífico destino para muchas cosas y, entre ellas, desde luego destacan las inmensas posibilidades que ofrece para los que nos gusta esto del comer. La oferta gastronómica de esta gran ciudad es desde luego inabarcable en una visita de pocos días , pero quiero compartir con vosotros la crónica de lo más destacable de este viaje. Como siempre había bicheado en muchas webs para tener previsto antes del viaje a dónde ir, pero en este caso conté además con la generosidad de MJ que, sin conocerme nada, respondió mucho mas que amablemente a mis preguntas y me recomendó varios sitios a los que ir. De mi bicheo previo y de sus recomendaciones ha quedado un viaje gastronómico delicioso, del que quiero dejar constancia en este post. De eso y de la muy recomendable idea de ir (de seguir yendo) a Barcelona, por lo mucho que ofrece y por lo bueno de su gente (no se puede ser más amable), pase lo que pase y le pese a quien le pese. 

(Os dejo los enlaces webs de todos los sitios requeterecomendables para mí de este viaje, pero hay algunos que no tienen web así que os enlazo la reseña de Tripadvisor. Y conste que no lo hago porque me fíe especialmente de esa página -que tengo muy serias dudas-, pero para bares/restaurantes sin web es lo que hay). 

Siempre me ha encantado el barrio de La Barceloneta por muchas cosas... Ahora también me encanta por El Informal, uno de los sitios de moda (chic) en Barcelona, y no me extraña porque merece muy mucho la pena. Fuimos a cenar (así que no probamos mucho de la carta) pero no podíamos dejar de hincarle el diente a sus famosísimas bravas, que ya están imitando en muchos sitios. Hojaldradas, crujientes pero sabrosas, y con dos salsas sutiles pero contundentes. Otra dimensión, de 10. También nos zampamos unas alcachofas (alcauciles los llamamos por aquí abajo) con parmesano y romesco que nos hicieron salivar. El Informal no es precisamente barato, pero desde luego merece la pena ir.



La Cova Fumana es una visita obligada en La Barceloneta. Es una tasca de pescadores muy auténtica (vieja y tradicional en todo: las mesas, el ambiente, la carta... hay que ir; qué pena que las fotos que hice no hayan salido) que tiene además el encanto de (dicen) haber inventado nada más y nada menos que la bomba, la tapa señera de Barcelona. Cuando fuimos las estaban preparando (buena señal: las agotan de un día para otro, así que allí son frescas y del día), así que para quitarnos la espinita nos acercamos a La Bombeta, la segunda tasca con mejores críticas y comentarios sobre esta tapa en este barrio. Tengo que volver para catar las bombas de La Cova Fumada, pero las de La Bombeta desde luego son una delicia. Hay que destacar lo chulo que es el sitio, y desde luego lo agradables que son los camareros (aviso a navegantes: muchas veces ESO marca la diferencia entre un sitio y otro...). 



Aún en La Barceloneta, y aunque no sea ni un bar ni un restaurante, para los panarras como yo es justo y necesario acercarse a darse un homenaje (al menos visual) a Baluard, la panadería artesana de Ana Bellsolà. Es un espacio pequeño en el que ofrecen pan y derivados como se ofrecen las verduras en el mercado: en vivo, directamente, accesible, para que puedas tocar cada pieza... No os podéis imaginar cómo huele allí, ni cómo saben sus panes y derivados... salvo que hayáis ido, claro, en cuyo caso entenderéis lo que digo. Me habría llevado a casa muchas cosas, pero cometí el error de ir a Baluard varios días antes de mi vuelta a casa, así que... Pero me pillé un croissant integral con semillas para zamparme sobre la marcha, y todavía me acuerdo de su sabor. Qué pena que el BUEN PAN nos llame tannnnto la atención... Significa que lo que habitualmente comemos pues... vamos a dejarlo :/



Uno de los locales de Barcelona que, al parecer, más lo está petando es Lomo alto - Lomo bajo. Y (de nuevo) con razón, aunque yo solo puedo hablar de Lomo bajo, la zona y oferta de tapas/bocatas/medias raciones de este negocio. Allí sí que fuimos a almorzar así que catamos diferentes cosas, lo que más nos gustó fueron sus croquetas de cecina (las tengo que versionar...), una hamburguesa de buey en su justo punto y con sus justos acompañamientos, y el magnífico tartar roll... habrá que probar sus imitaciones, pero el original me parece insuperable.




Tapas 24 es un eso, un local de tapas, pequeño y sin pretensiones, pero con una oferta que merece mucho la pena (de ahí la larrrrga cola de espera que hay para entrar, OJO). Y no seamos tiquismiquis, que es un bar de tapas y no un restaurante: estando allí vi mucho impresentable protestando sin razón por tonterías, #unpoquitodeporfavor. De nuevo me falló la cámara de fotos, y no puedo ofreceros la idem de sus bombas, MUY MUY RICAS (MJ, deberías incluirlas en tu ranking!!!!). Las bravas (de las que sí os ofrezco fotos) buenas pero sin más; sí MUY DESCATABLES y RECOMENDABLES delicias aparentemente simples (pero que en Tapas 24 bordan) como las alcachofas con jamón, o la ensaladilla, y desde luego su famoso bikini de jamón ibérico y queso con trufa... delicioso.





Entre el Born y el barrio gótico está La Fábrica, una pequeña tienda de empanadas argentinas (¡¡¡¡llevada por argentinos!!!!) la mar de recomendable. Tienen eso, empanadas argentinas, muuuuy variadas y riquísimas, para llevarte o para zamparte allí mismo alucinando, como hice yo. Te ofrecen un genero original, bueno y variado, y encima son encantadores :)



Dejo para el final de este post los dos sitios en los que más he FLIPADO en este viaje a Barcelona. El bar del Pla está en una zona muy agradable del Born pero es tan pequeñito que, si no vas a propósito, te lo pasas. Y es una pena dejarlo pasar, porque es mucho más que recomendable. Se trata de un local y una cocina sencillos, sin miramientos ni gilipolleces, pero con una oferta seria y de altura y una atención estupenda. Espero (egoistamente) que esta maravilla no se ponga mucho de moda, vaya que mueran de éxito... sería una pena. Fuimos a cenar y volvimos al día siguiente a almorzar cambiando nuestros planes iniciales, con eso os lo digo todo: HABÍA que volver. No hay palabras para su ensalada de champiñones con wasabi (¡también la tengo que intentar versionar!!!!), las croquetas de calamares en su tinta, las de pollo asado, los canelones de idem con setas, y las alcachofas fritas. Y, repito, necesariamente hay que resaltar la atención de su personal: no se puede ser más agradable. Un 10.






Pero, y tal y como MJ me adelantó, la Bodega 1900 ha sido probablemente el descubrimiento gastronómico de este viaje. Un local que engaña mucho: es sencillo, sobrio, conforme entras ves a tu derecha a los cocineros currando directamente allí, delante tuya (¡eso ya mola!!!), todo es muy obvio y (aparentemente) no hay sorpresas. Pero cuando te sientas... Te atiende una persona de manera absolutamente personalizada (lo primero que hace es decirte su nombre y preguntarte el tuyo) y TODO lo que pasa a partir de ahí está bien hecho y con mucha nobleza. No en vano estás en el local de tapas de un estrella michelin. A partir de ahí se inicia un viaje delicioso por una oferta limitada (y muy bien controlada) que, definitivamente, tengo que volver a tantear, de platos engañosamente sencillos pero deliciosos. De lo que esta vez probé no sé qué me gustó más, si las (falsas) aceitunas con pitarra, los puerros asados a la plancha, la ensalada de cangrejo real con eneldo y dados de aguacate, el mollete de calamares (ains...), las almejas en su salsa o los espárragos al carbón (lagrimones de emoción con ellos).  En la 1900 el problema es por dónde empezar y, en todo caso, qué elegir. Necesariamente HAY QUE VOLVER para salir de dudas.










En resumen: VIVA BARCELONA, viva su gastronomía y, sobre todo, VIVA SU GENTE. Porque hay que ver qué buen rollo sigue habiendo allí y qué agradable siguen siendo con los que llegamos de fuera. Le pese a quien le pese, esta tierra sigue siendo abierta, entrañable y hospitalaria. Como dice a copla... quiero quiero quiero, quiero volver.

lunes, 5 de febrero de 2018

Fideua (exprés) de gambas

Hace años que descubrí las ventajas de tener (siempre) en el congelador una buena ración de gambas arroceras. Ya sabéis, me refiero a esas gambas de tamaño medio-chico: las pobres no dan para cocerlas y comértelas tal cual, pero son ideales para cocinar: en un arroz, un revuelto, de base para unas croquetas... Las compro en la Plaza del Carmen (ya os he contado muchas veces que, en mi tierra, llamamos así a los mercados), y me gusta tenerlas como "fondo" de congelador porque, dándole un par de meneos a la bolsa en la que estén, se separan muy bien y puedes utilizar las que quieras para lo que quieras :) Por ejemplo para la receta que os traigo hoy, un guiso de fideos chicos con (mucha) verdura y gambas. Esta receta es exprés porque si tenéis este tipo (u otro) de gambas congeladas, y un fondo de verduras razonablemente digno (vamos, lo mínimo que se despacha...), podéis hacerla casi sin planificación y disfrutar de un guisote rápido, muy rico, y sin complicaciones.

Para dos-cuatro personas basta con un puñado de gambas que pelaremos, reservando los cuerpos y cociendo las cabezas y las cáscaras en agua, sal y, si se tercia, alguna hierba (me gusta añadir perejil pero hoy no tenía...). Así haremos un fumet muy básico, que es uno de los puntos definitivos de esta receta. A las malas podéis usar solo agua pero... nada que ver :)



Además hay que preparar un refrito en burunoise de, al menos, ajo, cebolla, pimiento verde, tomate y, si es posible, zanahoria y puerro (obviamente, lo SUYO es añadir más metralla verde: si tengo -que hoy no ha sido el caso- también cae apio y pimiento rojo). Para esto esta vez he estrenado el MAGNÍFICO cuchillo que veis en la foto (Arcos es, con diferencia, mi marca preferida) y que me ha regalado hace poco un amiguito :) No siempre puedo (de hecho, casi nuca) pero me encanta guisar con la mise en place...



También hay que tostar previamente y bien los fideos: deben ser finos (por aquí los llamamos "fideos cabellín"; yo los uso integrales) y se deben tostar en una sartén, con un hilo de AOVE, y sin parar de moverlos para que no se quemen... cuidado... son tan pequeños que se van en un pis-pás... Deben tostarse ligeramente pero sin quemarse. Aquí veis el antes y el después.




Con todo eso preparado (el fumet, las gambas, el mise en place de las verduras, y los fideos tostados) ya podemos empezar: sartén al fuego con AOVE y todas las verduras (menos el tomate) a rehogar, cuando estén se añade el tomate y se dan varias vueltas. ESTE es el momento de añadir hierbas y/o especias al gusto de cada cual, yo -como siempre- he añadido pimienta negra recién molida pero probablemente este guisote admite también otras cosas: azafrán, cúrcuma, quizá alguna mezcla oriental tipo ras-el-hanout... imaginación al poder :)



Luego se incorporan los fideos previamente tostados, el fumet (que cubra como un dedo por encima del guiso), y las gambas. Y a cocer hasta que reduzca el líquido, luego un rato de reposo y... ¡listo!




Como con muchos arroces, me gusta rematar esta fieduá con un falso alioli (vamos, una mayonesa casera con ajo); puede parecer raro pero os aseguro que le da un punto increíble. Siguiendo en esencia la misma lógica que os he contado, se puede hacer fideuá casi de cualquier cosa: la ventaja es que este guiso es mucho más agradecido y facilón que el arroz y está igual de rico. Ya me contaréis :)

domingo, 10 de septiembre de 2017

Crema fría de pepino y yogur

Ea, pues se acabó el verano (:/). Al menos en teoría, porque aquí abajo ya estamos trabajando pero aún nos queda, como poco, un mes de calor-calor que nos traerá temperaturas de verano (sobre todo el famoso veranillo del membrillo, que suele coincidir -vete tú a saber porqué- con San Miguel, de hecho también se lo llama así). El caso es que aunque hayamos aterrizado y volvamos a la rutina sigue haciendo (mucho) calor y, como en junio y julio, las temperaturas que tenemos que lidiar al sur de la península llevan, entre otras cosas, a seguir alimentándonos en modo verano. Por eso os traigo la receta de una crema fría que descubrí en primavera y que, desde entonces, se ha convertido en un básico (un must, que dicen ahora los finolis) de mi casa para alimentarse pero también hidratarse frente al calor. Porque el verano se habrá terminado pero, por aquí, nos quedan todavía unas semanas fuertes y duras.

Os dejo solo la imagen del pre- porque las fotos que he hecho del pos- no me convencen... no dejan de ser un vaso con un líquido blanco. La cosa consiste en batir a conciencia un yogur griego (por su cremosidad y sabor, pero vosotros mismos, aunque he hecho pruebas y, definitivamente, lo suyo es yogur griego) (eso sí, el yogur que uséis que sea sin azúcar, que esta es una receta salada), un pepino por cada yogur, ajo (me encanta, pongo uno hermoso por cada 3-4 yogures + 3-4 pepinos), sal, un buen chorreón de AOVE, y un golpe (ya veis en la foto que soy generosa, me gusta mucho) de eneldo. No hace falta añadir agua, el pepino ya tiene suficiente. Se bate todo a conciencia y listo. Si queréis podéis colarlo o pasarlo por un chino, yo no suelo hacerlo porque no me molestan los (pocos) grumos que quedan.

El resultado es una especie de crema ligera o batido líquido, salado y refrescante, la mar de rico. Me parece fundamental zampárselo bien frío, pero que muy frío, así que nada de hacerlo sobre la marcha: se tiene que hacer y dejar enfriar. Esta crema de pepino y yogur entra la mar de bien, y se agradece mucho como primer plato cuando el calor aprieta y quieres refrescarte y alimentarte a la vez. Para que os hagáis una idea, este verano incluso la he alternado con el gazpacho y no recuerdo haberlo dejado de tomarlo ni un día en verano desde... Y creo que voy a seguir combinando estas dos cremas frías, porque así varío de primer plato pero comiendo sano y fresquito. Vamos, todo un descubrimiento que os recomiendo :)

sábado, 12 de agosto de 2017

Ensalada ¿griega?

No estoy muy segura de si esta ensalada es griega-griega, igual es un invento que nos hemos montado por aquí y si un griego/a lo ve se echa las manos a la cabeza. Pero está claramente inspirada en la estupenda gastronomía de nuestros vecinos helenos y, sobre todo, está riquísima. Sólo tiene dos complicaciones (por llamarlas de alguna manera): 1) los tomates TIENEN que ser buenos y de temporada, así que la mayor parte del año no tiene sentido hacerla; y 2) hay que tener queso feta que, al fin y al cabo, ya se encuentra en casi cualquier supermercado. El resto del asunto es tan complicado como sigue: picar, mezclar y aliñar tomate (lo dicho, bueno y en temporada), pimiento verde, cebolleta, pepino, queso feta y aceitunas negras; y aderezar el asunto con AOVE, vinagre, sal gorda y (yo creo que indispensable) un BUEN orégano seco (a las malas tirad de botecito de supermercado, pero yo ya me he acostumbrado al que consigo en la sierra de Huelva y no quiero otra cosa...).

Como todas las ensaladas que no llevan lechuga ni similares, esta está mejor no recién hecha sino pasado un buen rato y, desde luego, no recién sacada de la nevera sino atemperada. Si la queréis complementar con más metralla admite bien las alcaparras, los pepinillos en vinagre y, claro, un buen atún en conserva. Pero os aseguro que "solo" como os la he contado es un plato delicioso y muy completo, ideal para los calores que estamos soportando. Un buen tazón (o dos) de gazpacho y... ¿quién dijo miedo?????
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